Autor: NILTON ROGER MAS ROJAS
Cuentan que un Sacerdote, recientemente ordenado, estaba en la casa de una familia haciendo una oración por un niño enfermo.
Un amigo no creyente de la familia observaba con atención el ritual. Y al finalizar la oración, se le acercó al Sacerdote, y le dijo:
- Dígales la verdad: unas palabras no va a curar a este niño; no los engañe.
El sacerdote se dirigió resueltamente a su interlocutor, le insultó y le contestó airadamente diciéndole que no se metiera en el asunto.
Ante semejante maltrato verbal, el no creyente se sorprendió muchísimo, pues sabía que, por lo general, todo Sacerdote sabe controlarse y posee dominio de sí mismo. Rápidamente su rostro se volvió rojo de la vergüenza y la cólera, se alteró y empezó a sudar profusamente.
En ese momento, el Sacerdote lo miró con amor y le dijo:
- Si unas palabras mías te pusieron rojo, te alteraron y te hicieron sudar, ¿por qué no pueden tener el poder de curar?
Hermanos(as):
Usemos, en nuestra vida, el poder de nuestras palabras para construir y no para destruir. Esta actitud no sólo beneficiará las buenas amistades, sino que también incrementará nuestra propia paz y tranquilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario