Autor: DESCONOCIDO
Adaptación: NILTON ROGER MAS ROJAS
Cuentan que una señora padecía lo peor que le puede pasar a una madre: ¡Su hijo pequeño había muerto!
Desde entonces, y durante muchos años, no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que amanecía.
Un buen día, se le apareció un ángel en su sueño, y le dijo:
- Basta ya de llorar.
- Es que no puedo soportar la idea de no poder verlo jamás, le respondió.
El ángel le preguntó:
- ¿Quieres verlo?
Y al contestarle que sí, la tomó de la mano y la subió al cielo.
- Ahora lo vas a ver, le dijo, quédate acá.
A una orden suya, por una enorme acera empezaron a pasar un gran número de niños vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, tal como uno se imagina el cielo con los angelitos.
La mujer le preguntó:
- ¿Quiénes son?
Y el ángel le respondió:
- Son los niños que han muerto en estos últimos años, y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros.
- ¿Mi hijo está entre ellos?, preguntó la mujer.
- Sí, le contestó, ahora lo vas a ver.
Mientras seguían pasando cientos y cientos de angelitos.
- ¡Ahí viene!, le avisó el ángel.
La mujer no podía creer lo que sus ojos veían. Ahí estaba su hijo, radiante y bello tal como lo recordaba. Pero su alegría le duró muy poco. De pronto, algo la conmovió: entre todos aquellos angelitos, su hijo era el único que tenía la vela apagada, por lo que sintió una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento, el niño la vió, se le acercó corriendo y se abrazó, como antes, a su mamá. Ella lo tomó entre sus brazos, le dio muchos besos, y le preguntó:
- Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz? ¿Por qué no encienden tu vela como el los demás?
Y con aquella ternura que todo niño posee, su hijo la respondió:
- Mamá, sí encienden mi vela cada mañana igual que la de todos nosotros, pero..., ¿sabes qué pasa? son tus lágrimas las que apagan mi vela, mamá.
Hermanos(as):
Para una madre o un padre siempre fue, es y seguirá siendo muy doloroso enfrentarse con la muerte de uno de sus hijos. A medida que pasan los días, el padre se conforma y los amigos lo olvidan, pero la madre sigue llorando año tras año. ¿Te imaginas el dolor que habrá sentido en su corazón la virgen María al ver morir a su Hijo Jesús en la cruz?
Quizá usted haya perdido a su hijo(a) y quizá también esté pasando igual que como la mujer de la historia. Solo recuerde que su niño tiene un alma pura y sus sentimientos son agradables para Dios. Hoy él es un angelito que desfila todos los días alabando a Dios, pero no puede hacerlo a plenitud, porque su luz está siendo apagada por las lágrimas suyas. ¿Sabe algo? Cada vez que recuerde a su hijo(a) muerto(a), no diga "He perdido a mi hijo" diga mas bien: "Es Dios quien decidió llevárselo para aumentar ese ejército de angelitos buenos".
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