Autor: DESCONOCIDO
Colaboración: MARLY JHOVANA SANCHEZ DELGADO (PERÚ, Lima)
Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Al cabo de unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero el otro se comportaba de forma muy extraña. No se había movido de la rama donde lo dejó, desde el día en que llegó.
Durante todo el día, el monarca pudo observar, desde su ventana, que efectivamente, el ave permanecía inmóvil. Como nadie sabía decirle lo que le ocurría al halcón, el rey decidió anunciar a todo el pueblo que ofrecería una recompensa, a la persona que hiciera volar al halcón.
Al día siguiente el rey se asomó de nuevo a su ventana y vio con asombro que el halcón estaba volando.
– ¿Quién ha hecho este milagro? Traedlo aquí, inmediatamente, dijo el rey.
Al cabo de unos minutos le presentaron a un anciano del pueblo, a quién el rey le preguntó:
– ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?
El campesino le dijo:
– Fue fácil majestad. Corté la rama y el halcón voló. Pareció como si de pronto se hubiera dado cuenta de que tenía alas y empezó a volar.
Hermano(a):
Como el halcón de la historia, nosotros también vivimos tan limitados en nuestro pequeño mundo, que creemos que eso es lo único que existe. En nuestra zona de seguridad está todo lo que sabemos y todo lo que creemos. Allí viven nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona se vive siempre del tiempo pasado, de la historia y de los recuerdos. Todo nos resulta conocido, y por lo tanto, fácil. Es nuestra zona de seguridad y comodidad; y, por lo general, creemos que es el único lugar y el único modo de vivir.
Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. Nos resulta más fácil conformarnos con lo que tenemos, pensando que para nosotros es la única posibilidad.
Quizá usted también esté actuando como ese halcón. Tiene alas y no vuela; sabe volar y ni siquiera lo intenta. Y, ¿sabe por qué no lo hace? Por que está aferrado a una sola rama y cree que esa rama es su única posibilidad para ser feliz. Si sigue así, usted no podrá descubrir nuevos mares ni disfrutar de más horizontes. ¡Decídase! No espere que alguien venga a cortarle la rama para volar. Usted tiene que tener el coraje de hacerlo ahora mismo.
No puede ni siquiera imaginar como cambiará su vida cuando sea capaz de ampliar su zona de seguridad. Cuando esté dispuesto a correr riesgos y aprenda a caminar en la cuerda floja, delante de usted se abrirá de pronto un mar de oportunidades y sorpresas que nunca imaginó.
Pero déjeme decirle algo, si usted como el halcón de la historia se resiste a volar, ya sea por comodidad, miedo, pereza o porque no sabe que tiene esa capacidad, tarde o temprano, Dios permitirá que alguien le corte la rama que le está esclavizando a un estilo de vida vacía, monótona y sin sentido.
¡Suéltese! Abandónese en las manos del Señor, y vuele.
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