Autor: FRANCISCO (El Papa)

Tenemos quejas de los demás. Nos decepcionamos unos a otros.
Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón.
El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual. Sin el perdón la familia se convierte en una arena de conflictos y un reducto de penas.
Sin el perdón la familia se enferma. El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la alforria del corazón.
Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios. La pena es un veneno que intoxica y mata. Guardar el dolor en el corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia.
El que no perdona se enferma física, emocional y espiritualmente.
Por eso, la familia necesita ser lugar de vida y no de muerte; El territorio de cura y no de enfermedad; El escenario de perdón y no de la culpa.
El perdón trae alegría donde la pena produjo tristeza; y trae salud donde el dolor causó la enfermedad.
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