Autor: NILTON ROGER MAS ROJAS
Un homenaje a las madres en su día
Como todos los días, desde hace ya 6 años, me despertó mi madre ésta mañana para que yo fuese a la escuela. Había pasado mala noche, y me costaba trabajo levantarme. A los 10 minutos mi madre volvió a despertarme ésta vez con más premura, se me estaba haciendo tarde, me levanté como un bólido, apenas si me lavé la cara, comí de prisa el desayuno en un abrir y cerrar de ojos y ahí estaba mi mamá diciéndome:
- Come despacio, hijo, te vas a ahogar.
Con las prisas del momento le contesté de mala manera:
- Síííí ¡ya lo sé!, no empieces a regañarme.
Además tuve que soportar las preguntas de rigor:
- ¿Llevas el almuerzo?, te cepillaste los dientes, ¿tienes listos todos tus libros…?
Yo, aún más impaciente, le contesté levantando la voz:
- ¡Que te dije que sí!
Ella me sonrió suavemente y me dijo:
- Anda, ven, y dale un beso a tu madre.
Alcé los hombros, con fastidio, y le dije medio enfadado:
- ¡Mamá, que ya es muy tarde no tengo tiempo para eso! sentimentalismos absurdos, ¡No quiero darte un beso!
- Está bien hijo, ve de prisa, que Dios te proteja.
Aún retumban mis propias palabras en mi oído: "No tengo tiempo para eso..."
Con las prisas y el enfado me pasó por alto un leve destello de tristeza en su mirada, mientras iba corriendo hacia la escuela estuve a punto de regresarme a darle el beso a mi madre, sentía un nudo en el corazón, pero mis compañeros comenzaron a llamarme y fui hacia ellos, ¿con qué excusa regresaría?, ¿que iba a darle un beso a mi madre? se hubiesen burlado de mí.
Después de todo, al regresar a casa después de las clases vería a mi madre siempre en la puerta de mi casa esperándome, temerosa de que me suceda algo, impaciente si tardo unos minutos ya que me he entretenido con los amigos.
El día se me pasó muy rápido en la escuela, entre clase y clase, juegos y almuerzo, y se me había olvidado el incidente de la mañana, sin embargo esta vez, apenas sonó el timbre salí corriendo a mi casa sin entretenerme, desde la esquina esperaba divisar la figura de mi madre en la puerta, pero no había nadie. Supuse que estaría adentro entretenida con algo, pero extrañé de momento su presencia tan segura.
Antes de tocar el timbre salió a la puerta mi padre, ¡¿Pero era mi padre?!, aquel hombre era mucho más mayor de lo que siempre me había parecido, los hombros caídos, los ojos hinchados y un profundo halo de tristeza lo rodeaba. Mi corazón empezó a latir alocadamente presintiendo algo, y apenas me salió la voz para decir:
- ¿Qué pasa papá?, ¿todo está bien?
En un suspiro me contestó:
- Tu madre sufrió un ataque al corazón ésta mañana, mientras preparaba tu almuerzo, su muerte fue instantánea, hijo, nadie se enteró hasta que vinieron a visitarla y la encontraron allí tendida en el pasillo, fue muy rápido hijo, se fue nuestro ángel...."
Un sollozo salió de su garganta y no pudo continuar hablando.
- ¡¿Mi mamá!, ¡mi mamá!?, la que todas las mañanas me despierta, la que por las noches reza conmigo, me arropa y me da un beso de buenas noches, mi madre, a la que ésta mañana contesté de mala manera, a la que no quise darle un beso, ¡mi mamá!
Dios, perdóname, dile que me perdone, aún soy un niño pretendiendo ser un hombre. Dile, por favor, que ella es lo que más amo en esta vida, que sus abrazos me han dado seguridad siempre, y es ahí donde me he sentido más protegido, dile que su suave sonrisa me acompañará toda la vida, y que prometo valorar a las personas que se quedaron. Cuídala por mí, mi Dios, que ella es muy buena, y dile por favor, Dios mío, que cuando me toque la hora de partir de este mundo venga a mi lecho y me arrope como siempre lo hizo.
Hermanos(as): Disfruten no solo de este día, sino todos los días de su vida porque nunca sabremos hasta cuando tendremos la dicha de su presencia mortal. Y si ya no está con nosotros, no te preocupes; un padre y una madre son tan necios que aún en su ausencia nos seguirán amando.
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