Autor: NILTON ROGER MAS ROJAS
- ¿Aún te sigo gustando?
Le respondí:
- Como en el primer día.
Ella se llevó sus manos a la cintura y me preguntó:
- ¿Te has fijado que mi cuerpo ya no es el mismo de cuando nos conocimos?
Le respondí:
- No. No me percaté de ello.
Ella se llevó sus manos a sus senos y me preguntó:
- ¿Te has fijado que mis senos ya están caídos?
Le respondí.
- No. Tampoco me fijé en ello.
Ella se levantó el vestido, se miró las piernas y me preguntó:
- ¿Ya te fijaste que mis piernas ya no son duras y lisas como antes?
Le respondí:
- Otra vez, no.
Entonces ella se me acercó, me miró a los ojos y me preguntó:
- Entonces ¿qué haces a mi lado si ya no me ves ni te das cuenta cuánto ha cambiado mi cuerpo?, dormimos juntos y ¿no te das cuenta que ya no soy la misma de ayer?
Yo la sonreí y le dije:
- Mucho antes de ver tu rostro, miré tu forma de ser; mucho antes de tocar tu cuerpo, sentí tu forma de amar; mucho antes de ver tu senos levantados, mire en tu pecho un corazón lleno de bondad; mucho antes de ver tu figura sensual, sentí que eras el molde perfecto donde sembrar mi semilla; te sentí tierra fértil, te sentí madre, y una dama para hacer mi hogar.
Ella empezó a llorar, y yo agregué:
- Esposa mía, no te pongas triste por cómo tú te ves, ponte alegre por cómo te sigo sintiendo. Yo me enamoré de la sensualidad y bondad de tu alma, no de la vanidad de tu cuerpo.
Esta fue la primera vez que vi a mi esposa, derramar lágrimas de alegría, y con ellas dibujé un corazón en su mismo rostro. Eso provocó una nueva brillantez y lozanía en ella que a cambio me dio un apasionado beso, que aún siento en mis tersos labios.
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