lunes, 4 de diciembre de 2017

LA ORUGA Y EL SALTAMONTES

Adaptación: NILTON ROGER MAS ROJAS
Relato enviado por: DORIS QUIJANO (Colombia)

Hubo una vez una pequeña oruga que se dirigía a lo alto de una montaña. En el camino se encontró con un saltamontes que con mucha curiosidad le preguntó:

- ¿Para dónde vas?

La pequeña oruga, sin de caminar, le contestó: 

- Anoche tuve un sueño, en el que desde la cima de esa montaña podría ver todo el valle. Y voy a comprobar si eso es cierto.

Al escuchar eso, el saltamontes le dijo a la oruga:

- ¿¡Estás loca!? Es imposible que tu, siendo tan solo una pequeña oruga, puedas llegar hasta la cima de esa montaña. Para ti cada piedra sería como una montaña, cada charco un gran mar y cada tronco un muralla impenetrable.

Sin embargo, la oruga, no dio importancia a esas palabras, y siguió caminando. En su ascenso, se encontró con otros animales: topos, tortugas, arañas, ranas... Todas con la misma intención: "Advertirle y decirle que su sueño era imposible, y pedirle que desistiera". Sin embargo, la oruga seguía caminando.

Cuando ya estaba sin fuerzas y muy cansada, construyó en un último esfuerzo un lugar donde pernoctar y descansar. Se dijo así misma: "Mañana estaré mejor". Se puso a descansar, y allí mismo murió.

Todos los animales iban a ver los restos del animal más loco que jamás haya existido. Su tumba era un recordatorio y una advertencia para otros animales intrépidos y atrevidos como la oruga.

Una mañana, en que el sol resplandecía, todos los animales se había reunido alrededor de su tumba, cuando de un momento a otro vieron que la coraza dura donde estaba la oruga comenzó a quebrarse y un par de ojos y una antena salían de ella.

- ¡Esa no puede ser la oruga!, decían.

Entre tanto, y ante el asombro de todos, comenzaron a salir dos alas de colores como los del arco iris, y todos exclamaron a una sola voz:

- ¡Es una mariposa!

Y en efecto, la oruga se había transformado en una hermosa mariposa que sintiéndose libre, voló y voló hasta cumplir su sueño de subir a la cima montaña; y desde allí pudo comprobar que, en efecto, podía ver todo el valle. ¡Qué hermoso, la oruga cumplió su sueño! El sueño por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.

Querido hermano (a):

¿Cuál es el sueño que usted persigue? ¿Sería capaz de morir a su antigua vida para emprender una nueva? Todos tenemos grandes sueños e ideas, que para muchos parecen ser una locura, y por ello intentan frenarnos y hacernos desistir de ellos. ¿Cuántas veces ha dejado de lado sus sueños sólo por hacer caso a los demás?

Aprenda de la oruga: No escuche a ese tipo de personas, persiga sus sueños, evite la compañía de curiosos saltamontes y rodéese de personas llenas de fe y esperanza, de aquellos que estén siempre dispuestos a darle ánimos. Y es más, llénese de fe y confianza usted mismo sabiendo que si Dios le dio ese sueño, Él mismo os proveerá la fuerza y las herramientas para hacerlos realidad.

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