domingo, 15 de enero de 2017

LAS HUELLAS QUE DEJAN LAS OFENSAS

Autor: DESCONOCIDO
Agradecimiento a: Sara Nieva (ARGENTINA)
por compartirnos esta reflexión

Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la parte posterior de la puerta.

El primer día, el niño clavó 37 clavos. Durante las próximas semanas, como había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a disminuir diariamente. Descubrió, entonces, que era más fácil controlar su temperamento que clavar clavos en la puerta.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le contó a su padre sobre ésto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar sacara un clavo. Los días transcurrieron y el niño, finalmente, le pudo contar a su padre que había sacado todos los clavos

El padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Haz hecho bien, hijo mio, pero mira los hoyos que quedaron. La puerta nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejas una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo; pero, aunque le pidas perdón cuántas veces, la herida siempre seguirá ahí”

Amigos, amigas: Una herida verbal es tan dañina como una física. Recuerda que los amigos son joyas muy escasas. Te hacen reír y te alientan para que progreses; te prestan un oído, comparten palabras de aprecio y siempre quieren abrirnos su corazón.

Yo estoy honrado de tenerte como amigo, y estaría muy contento de serlo también para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario