Autor: NILTON ROGER MAS ROJAS
Cierta vez, un joven que tenía todo el apoyo de sus padres, concluyó su carrera y se convirtió en un exitoso profesional. Sus padres gastaron una buena fortuna en su educación y se habían quedado con poco dinero. Sólo vivían con lo que su negocio les daba.
Tiempo después empezaron los problemas económicos para aquel matrimonio, la señora se enfermó de gravedad y requería mucho dinero para su atención médica. El señor estaba desesperado porque no podía reunir esa importante suma ni aún con préstamos. Estaban a punto de vender su negocio e hipotecar todas sus tierras, cuando de pronto se acordaron de su hijo. Llamaron al muchacho por teléfono y él acudió de inmediato.
- No se preocupen, queridos padres, yo les daré un préstamo, les dijo. No importa la cantidad, cuando mi mamá sane haremos cuentas.
Y así fue. El joven no escatimó su dinero y les hizo un préstamo con una cantidad exorbitante. Con ello, la señora pudo ir a un buen hospital y se sanó.
El matrimonio, muy contento, abrazó a su hijo dándole las gracias.
Pero no fueron los únicos problemas, el matrimonio siguió enfrentando adversidades, aunque siempre contaban con el apoyo de su hijo. Y a medida que pasaba el tiempo, los señores se fueron endeudando más con su hijo, hasta llegar a una cantidad muy difícil de pagar, situación que los preocupaba. Ya no querían pedir más dinero a su hijo, pero las circunstancias los obligaban.
Tiempo después, el hijo se casó. Cierto día, su esposa le pidió que ya no prestara más dinero a sus padres y que mas bien les cobrara lo que le debían.
El joven accedió y acordó ir con su esposa un determinado día a hablar con sus padres para hacer cuentas sobre su deuda. Les avisó a sus padres la fecha de la visita; y esto preocupó mucho más a los señores.
Llegó el día. El muchacho y su esposa llevaron a sus padres al despacho para hablar largo y tendido, les dijo:
- Papá, mamá, antes que nada buenos días. Tomen asiento por favor. Traje una calculadora, lápiz y papel. Es hora de hacer cuentas, mis queridos padres.
Los señores estaban muy tensos y pálidos ante tal crítico momento.
El muchacho empezó a hacer cuentas:
- Gastos médicos que ustedes hicieron hace varios años cuando yo nací.
- Gastos en pañales, leche, ropa, sonaja, etc. hechos por ustedes.
- Gastos de vestido, vivienda, manutención y educación. Estudios que pagaron desde que estaba en el Jardín de niños, primaria, bachillerato y universidad.
- Gastos médicos cuando me enfermaba.
- Juguetes, dulces, galletas y demás gastos que hacían para sofocar mis berrinches cuando niño.
- Dinero para mis recreos.
- Mis domingos, ropa, zapatos, y dinero que me daban para ir al cine con una chica cuando joven.
El muchacho siguió desglosando una lista interminable de beneficios recibidos por sus padres. Lógicamente, que esto molestó en demasía a su esposa, quien intervino con un tono de voz elevado.
- ¿No se supone que venimos a cobrar el dinero que te deben? ¿Te has vuelto loco?
El muchacho ignoró las palabras de su esposa y siguió hablando con sus padres:
- Después de haber hecho cuentas, mis queridos padres, quédense tranquilos, la deuda queda saldada, no me deben ni un sólo centavo, todo lo contrario, todavía yo les quedo debiendo. Gracias a ustedes soy lo que soy, y ésa es una deuda impagable que tengo con ustedes.
El joven abrazó a sus padres, que derramaban lágrimas de felicidad, ternura y gratitud, y se despidió de ellos dejándoles en claro que siempre podrán contar con él, mientras esté en sus posibilidades.
Por su parte, la esposa del muchacho estaba muy enojada, tanto que amenazaba a su marido de ir ella personalmente a cobrar su deuda.
- Comprende mi amor, le decía su esposo. A los papás no les podemos cobrar ninguna deuda porque al fin de cuentas nosotros les debemos más a ellos.
- Pero ya eres casado, le respondió ella, y acuérdate que estamos esperando un hijo. Ése dinero lo vamos a necesitar, además tienes planes para comprar vivienda. ¿No me dijiste ayer que ya no tenemos mucho dinero?
Y el esposo respondió:
- Tranquila amor, Dios proveerá. Si Dios nos bendice con un hijo es porque sabe que vamos a poder sacarlo adelante, Él es justo y no nos va a dar a alguien si no lo vamos a poder mantener. Dios ama a los niños y no quiere verlos sufrir. Al ayudar a nuestros padres no estamos haciendo más que devolviendo un poco de lo que ellos hicieron por nosotros. Puedo ser un mal esposo y un mal padre porque apenas voy iniciando, pero ser un buen hijo no cuesta nada.
- Pero dijiste que íbamos a cobrar a tus papás, insistió la esposa.
Con toda tranquilidad, él contestó:
Con toda tranquilidad, él contestó:
- Momento, yo jamás dije que iríamos a cobrar, dije que íbamos a hacer cuentas.
Hermano(a):
La Biblia dice: "Honra a tu padre y a tu madre. Así se prolongarán tus días y serás feliz en la tierra que Dios te ha dado" [Dt 5, 16]
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